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  • Hacia mediados de 1980 el espacio televisivo argentino emitía 50 horas semanales de noticias; las notas sobre los ganadores del P.R.O.D.E., el bachado de las calles y la inflación eran los clásicos del momento.

    En nuestros días, la proliferación de la red de cable y televisión satelital brinda a los espectadores más de 568 horas semanales de noticias emitidas por medios locales. Si bien el aumento de la población y la creciente desocupación trajo como consecuencia el aumento nominal de actos vandálicos, el despliegue de los espacios mediáticos para dar a conocer dichos sucesos se dio en

    proporciones desmedidas. La carrera desatada por los distintos medios hacia el liderazgo del “rating” llevó a una abusiva exposición de imágenes de asaltos; secuestros; violaciones; guerras transmitidas en vivo; atentados e incidentes en espacios públicos.El espectador queda así preso de una realidad prefabricada, de la cual no puede apartar la mirada. Así nuestras “ventanas” al mundo nos brindan distorsiones de lo que está pasando allá afuera. Como Jean Baudrillard nos cuenta en su libro Simulacro y Simulación “…así como en un cuento de Borges el mapa del Imperio substituía al territorio en si mismo…”. Sumado al stress, los climas de inseguridad suscitan sensaciones de ansiedad y angustia,

    generadores de vacíos que son llenados muchas veces mediante hábitos de consumo, a veces compulsivo. Síndromes pasajeros como el “ataque de pánico” se dan mayormente en la población económicamente activa y adquisitiva.

    Así, del comunismo al terrorismo, la amenaza atómica se vio extinguida ante la inseguridad personal; ya sea con un atentado público en los países centrales ó un acto violento en los países periféricos; haciendo de la inseguridad un motor de consumo.